I Rostro doliente I Rostro del resucitado I La estrella del tercer milenio I el que no vive para servir
no sirve para vivir
I I caminando junto a Cristo hacia el tambor I la contemplación del rostro de Cristo I
I el encuentro con Cristo, herencia del gran jubileo I si eres lo que debes ser, encenderás el mundo I
I con María al Padre I en el corazón del Padre I La transfiguración de nuestro Señor Jesucristo I

CON MARIA AL PADRE


Actos preparatorios:

El mes de mayo es conocido como el mes de María; es un tiempo dedicado a la Madre del Salvador. Después de haber meditado y vivido los días más importantes del año litúrgico, los de la Pascua de resurrección, es conveniente dedicar unos momentos a la contemplación de aquella mujer que participó de manera determinante en este misterio de salvación: la Sma. Virgen. Detente unos momentos a dialogar con tu Madre del cielo, quien vela por ti, como el hijo más querido.

Objetivo que deseas lograr:

Aumentar la devoción y el amor a la Sma. Virgen, como Madre de Jesucristo, Madre de la Iglesia y Madre nuestra.

Petición:

Señor, además del gran don de la salvación, tú nos has dejado a la Sma. Virgen como Madre protectora de tu gracia. Ella cuida nuestra vida e intercede por nosotros; nos defiende de las insidias del enemigo y nos guía por el camino de la imitación de tu Hijo Jesucristo. Te pido aumentes mi amor a Ella y me des luz y fuerza para imitar sus virtudes y aceptar sus consejos de Madre amorosa. Te lo pido por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

"Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.’ Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: ‘No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.’ María respondió al ángel: ‘¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?’ El ángel le respondió: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.’ Dijo María: ‘He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.’ Y el ángel dejándola se fue." (Lc 1, 26-38)

La misión de María.

Es increíble, y causa desconcierto al que se detiene a meditar un poco sobre esta realidad, cómo tantos cristianos se olvidan de la misión que ha tenido María en la historia de la salvación, cuando para cada cristiano es la propia historia. Así, pues, para ti es tu historia, la historia de tu salvación. Por esto mismo, María juega un papel muy importante en tu vida; lo quieras o no, lo reconozcas o no.

Desde el primer pecado, Dios se propuso rescatar al hombre y volver a enseñarle el camino para encontrarse nuevamente con Él, su Creador, Señor y Padre. En Cristo manifestó su proyecto amoroso y descubrió su corazón de Padre misericordioso. Sin embargo, cuando envió a su Hijo para realizar este plan salvífico, quiso que fuera una mujer a recibirlo en su seno y a ofrecerlo a la humanidad entera. Ella era un ser plenamente humano y plenamente libre, y Dios Padre sometió a su libertad la decisión de acoger a su Hijo y permitirle realizar este proyecto.

Desde la eternidad María fue escogida para tan alta misión, y de su personal y libre aceptación del anuncio del ángel dependió el destino de cada hombre. Por el "sí" de la Sma. Virgen tú tienes acceso a la felicidad eterna, tienes la esperanza de poder encontrarte un día con tu Padre Dios y vivir eternamente feliz. El "hágase en mí según tu palabra" cambió el rumbo de la historia humana, permitió al hombre descubrir la paternidad divina y el amor eterno de Quien nos creó y nos llamó a vivir con Él.

Sin Cristo tu vida estaría limitada a tener un principio (que ya tuviste con tu nacimiento) y un fin (que llegará con la muerte). Pero este fin, sin la luz de la fe, sin la revelación de Cristo, sería un volver a la nada, un dejar de existir eternamente. Por eso, sin la fe, la vida no tendría sentido y viviríamos sin esperanza.

La misión de María fue la de dar al hombre la esperanza de vivir eternamente feliz, en los brazos de Dios Padre. María es nuestra Madre porque nos devolvió la vida sobrenatural mediante la cual podemos llegar a Dios Padre.


"Madre de la divina gracia".

Esto rezamos en las letanías de la Sma. Virgen. Si por Ella, por el "sí" pronunciado ante el ángel Gabriel, Jesucristo se encarnó, y haciéndose hombre hizo posible que la humanidad volviera a participar de la gracia de Dios, entonces María es también la Madre de esa gracia divina.

Pero, ¿qué es realmente la gracia? Es todo don que recibimos "gratuitamente" (por eso se llama gracia) de Dios. Ahora bien, no tienes que imaginar la gracia como algo indefinido que se desprende de Dios y llega a nosotros de alguna manera; la gracia divina es Dios mismo que se hace don y se entrega a nosotros. Ese don es, ante todo, Jesucristo, a quien el Padre nos envió para que se entregara por nosotros y viviera en nuestro corazón por siempre. Estar en gracia de Dios es participar de su misma presencia en nosotros.

"Yo soy la vida", dijo Jesús; y en otra ocasión dijo también: "Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia". Tener vida es poseer a Jesús, ser parte de su intimidad divina, de su infinito amor.

El gran regalo de la redención es el Amor mismo de Dios hecho don para el hombre. Ese Amor que es el Espíritu Santo, la tercera persona de la Sma. Trinidad. Por eso S. Pablo nos recordaría que "somos templo del Espíritu Santo", y nos invitaría a tratar nuestro cuerpo como el lugar donde habita Dios. Por eso se te ha dicho, desde que eras niño, que lo más importante en nuestra vida es conservar la gracia santificante. Por eso hay santos, como Sta. María Goretti, que han dado su vida antes que perder la gracia por el pecado.

María es Madre de Jesús, quien es la vida, la gracia, el don del Amor de Dios hecho hombre. Ella fue quien primero recibió esta gracia, naciendo sin pecado original, siendo concebida inmaculada. Ella, después, hizo posible que nuestro Padre celestial nos regalara la vida eterna por obra de Jesucristo nuestro Salvador.


"Puerta del cielo".

Ésta es otra invocación de las letanías que nos recuerda el prodigio de Dios a través de María, "bendita entre las mujeres". Como te habrás dado cuenta por lo dicho anteriormente, la Sma. Virgen ha hecho posible la realización del plan de salvación de Dios, gracias a su disponibilidad y obediencia. Si Jesús nos ha alcanzado la gracia de volver encontrar el camino hacia el Padre, María es quien nos ha abierto las puertas para llegar a Él. El cielo es precisamente el encuentro definitivo con Dios nuestro Padre. Es participar eternamente de la vida divina y gozar para siempre de la presencia de Nuestro Señor.

Seguramente uno de los pensamientos que motivaron a María a aceptar la invitación del Señor, fue el del cielo. Para la Virgen, como para todo cristiano, el cielo debe ser la máxima aspiración en esta vida. El cielo debe ser el ideal y la meta de nuestro peregrinar. El cielo es el encuentro con el Amor eterno, ese Amor que debe ser también la experiencia principal en esta vida terrena.

Sí, porque el cielo es la plenitud de Dios, y Dios es Amor. Por eso el cielo es el amor divino. Cada acto de amor en tu vida es un pedacito de cielo, es una pequeña experiencia de vida eterna. Por eso, quien ama es feliz; porque el cielo es felicidad. De esta felicidad está gozando María en cuerpo y alma, y cerca de Jesús intercede por todos los hombres.

"Un precioso regalo envió al cielo nuestra tierra hoy... Subiendo a lo alto, la Virgen bienaventurada otorgará copiosos dones a los hombres. ¿Y cómo no dará? Ni le falta poder ni voluntad. Reina de los cielos es, misericordiosa es; finalmente, Madre es del Unigénito de Dios" (San Bernardo, Homilía en la Asunción de la B. Virgen María, 1).


Conclusión.

El mes de mayo es una oportunidad más para contemplar las maravillas que Dios, nuestro Padre, ha hecho en María y, por Ella, en toda la humanidad. La Sma. Virgen es nuestra "estrella", nuestro norte; es "refugio" en los momentos de tormenta y en las dificultades de nuestra vida. Cuando arrecia la tentación, Ella está a nuestro lado, como la Madre más amorosa que existe. Y piensa qué tan grande es su amor, que Dios la escogió para ser la Madre de su Hijo amado, Jesucristo.


Oración:

En tus manos me entrego, Madre mía, para que tú me conduzcas a Cristo y por Él al Padre. Tú sabes que el camino es arduo y difícil, pero sabes también que no hay dificultad que no pueda superarse para llegar al seguro puerto de la vida eterna. Desde ese puerto acógeme tú, Madre mía, y vigila mis pasos para que nunca desfallezca en el camino. A ti consagro las almas que me fueron encomendadas, para que, junto conmigo, lleguen también a la meta final y reciban el abrazo eterno del amor del Padre. Te lo pido por Jesucristo tu Hijo. Amén.


Cuestionario:

1. ¿Te acuerdas diariamente de tu Madre, María santísima?

2. ¿Qué haces todos los días para honrar a la que hizo posible tu salvación y cuida tu vida desde el cielo?

3. ¿Rezas diariamente el rosario o, al menos, un decenario?

4. ¿Tratas de imitar las virtudes de la Sma. Virgen, como el camino más seguro para seguir a Jesucristo?

5. ¿Te encomiendas a Ella cada vez que sufres la tentación y el desánimo?

El CEFID agradece el material al P. Mariano de Blas L.C.
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