I Rostro doliente I Rostro del resucitado I La estrella del tercer milenio I el que no vive para servir
no sirve para vivir
I caminando junto a Cristo hacia el tambor I la contemplación del rostro de Cristo I
I el encuentro con Cristo, herencia del gran jubileo I si eres lo que debes ser, encenderás el mundo I
I con María al Padre I en el corazón del Padre I La transfiguración de nuestro Señor Jesucristo I

CAMINANDO JUNTO A CRISTO HACIA EL TABOR

LA TRANSFIGURACIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

Introducción general:
Vamos a dedicar nuestro retiro a dialogar amorosamente con Dios sobre el significado y la incidencia de la transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida diaria. Podemos leer el relato que nos presenta el Evangelio de san Mateo, 17,1-8.

Objetivo general:
El Santo Padre Juan Pablo II, en su carta apostólica Tertio Millenio Ineunte, del seis de enero de 2001, afirma que para iniciar bien el nuevo milenio es necesario partir de la contemplación del rostro de Cristo. Durante el retiro buscaremos, con humildad, acercarnos más a la contemplación de la persona y misterio salvador de Cristo con el fin de enamorarnos más de Él y vivir con renovado esfuerzo nuestra vocación cristiana de apóstoles llamados a la santidad.

"Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, un para ti, otra para Moisés y otra para Elías.’ todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.’ Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: ‘Levantaos, no tengáis miedo.’ (Mt.17, 1-8)

CAMINANDO JUNTO A CRISTO HACIA EL TABOR

Acto preparatorio:

Nos dice el Evangelio de san Mateo, 17,1 que Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y los llevó aparte, a un monte alto. Nuestra vida es un caminar hacia la eternidad, hacia la contemplación de Dios. Sólo se llega a esta meta si vamos caminando junto a Cristo, si seguimos los pasos de Cristo. Toda la vida humana ha de ser vista como un espacio para conocer más a Cristo. Vamos a esforzarnos en esta meditación por caminar rumbo al Tabor, logrando que todos nuestros deseos, pensamientos y actividades nos acerquen al encuentro con Cristo, al conocimiento de su amor, de su belleza espiritual como Hijo del Padre. Debemos acercarnos a esta meditación en primera persona, poniéndonos en el lugar de uno de los apóstoles a quienes Jesús lleva aparte. Nuestra meditación será un apartarnos de lo ordinario, del tumulto, del ruido interior para centrarnos en Cristo.

Objetivo que deseo lograr:
Acercarme más a la contemplación de la persona y misterio salvador de Cristo para enamorarme más de Él y vivir con renovado esfuerzo mi vocación cristiana de apóstol. Dedicar todos los días un rato para hablar con Cristo teniéndolo como el gran amigo de mi vida.

Petición:
Jesús mío, hazme generoso para corresponder a tu invitación a seguirte hacia el Tabor. Que no cese en el esfuerzo de pisar tus huellas, aunque parezca fatigoso. Que vaya siempre a tu paso. Hazme entender que sólo junto a ti alcanzaré la meta de cada día y de mi vida entera: la posesión de Dios.

Puntos:

1. - Contexto en que sucede la transfiguración:
Cristo acaba de anunciar a los suyos la pasión que le espera (Mt.16,21). Este anuncio fue causa de escándalo para Pedro (Mt.16, 22) quien fue reprochado por el maestro por pensar como los hombres, no como Dios (Mt.16, 23). Además Cristo anuncia que todo el que quiera seguirle ha de tomar su cruz, negándose a sí mismo, porque lo importante es salvar la vida en la eternidad (Mt.16, 24-27). El escándalo y la tristeza provocados en los apóstoles por el anuncio de lo que le pasaría al Mesías, al Hijo de Dios vivo, a quien Pedro acababa de confesar solemnemente, pedía de la magnanimidad de Cristo una explicación. Por eso el evangelista Mateo, con todo cuidado, al introducir el relato de la transfiguración, dice "seis días después" para vincular los dos hechos. Por tanto el ambiente previo es de sacrificio. Jesucristo quiso aclarar la misión del Mesías proclamado por Pedro mostrándoles que moriría en la cruz y que a la vez, dado que era el Señor de la gloria, resucitaría victorioso. Quiso mostrarles su gloria definitiva antes de mostrarles sus clavos. Les mostró su rostro glorificado antes de que vieran su rostro ensangrentado. Pero habría que ir por pasos: primero la pasión y luego la resurrección. Cuando anunció la pasión, también anunció la resurrección, pero los apóstoles no le entendieron; sí captaron los datos de la pasión y les escandalizaron, pero no los de la resurrección. Por ello les mostró anticipadamente su rostro de Hijo del Padre que y les mandó no contar a nadie lo visto hasta que Él resucitara de entre los muertos (Mt.17, 9). Sabía que iban a desfigurar su rostro como siervo doliente y era necesario mostrar el rostro bello del Señor que sería restablecido con la resurrección. Dado que los jefes del pueblo lo iban a rechazar como Mesías, como Rey, Pedro iba a negar conocerle, y la gente pediría a gritos su crucifixión, era necesario que los apóstoles escucharan el testimonio solemne del Padre "Este es mi Hijo muy amado". En la persona de estos tres discípulos es toda la Iglesia la que ve el rostro del Señor glorioso y vive anhelante y expectante del momento en que regresará el Señor revestido de gloria. Mientras tanto hemos de caminar por este mundo llevando la señal de la cruz.

2. - Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan:
El Señor los eligió para acompañarle en el camino hacia el Tabor, hacia la manifestación de su divinidad. Cualquiera de los tres apóstoles me representa. A mí me toca hoy ser elegido por Cristo, por su amor. Él me manifiesta su cercanía y me llama a ir con Él hacia la montaña. Hoy escucho personalmente la invitación de Cristo en este retiro. Jesús no les preguntó si deseaban ir con Él. Simplemente "los tomó consigo" porque Él es el Señor y dueño de nuestra vida, de nuestro tiempo, de nuestra agenda. La vida, la fe es un don de Dios al que no precede nada de nuestra parte. La gracia es un don que Cristo nos ofrece para estar en su cercanía, para caminar con Él. La única cosa necesaria en mi vida es corresponder a la invitación de Cristo y estar en su compañía. Cristo me quiere junto a Él. En mi vida Jesús me toma consigo, quiere que camine con Él, me llama a estar cerca de Él. ¿Correspondo? ¿Veo a Cristo como alguien cercano que me interpela a cada rato, o como alguien lejano?

3. - Subieron a un monte alto:
El camino es cuesta arriba. Hay que subir, fatigarse, dejar atrás muchas cosas. Subir al nivel de lo sobrenatural, elevarnos de lo simplemente terreno e inmediato. Únicamente puedo subir si voy por el camino de la fe, de la confianza sin límites en Dios, del amor agradecido y humilde. Para subir mejor he de llevar el menor peso posible, desasirme de las cosas materiales, de los estorbos que no me dejan alcanzar la cima. Me debo dar cuenta de que lo importante es caminar junto a Cristo, a su paso, por iniciativa suya, a la dirección que Él me indique. Sólo así podré asistir a la gran manifestación de quién es Él. Hay que responderle que sí. Hay que caminar, hay que seguir su paso y su rumbo. Sólo en la cima se ve el rostro transfigurado del Señor. Quien no sube, no lo alcanza. ¡Qué importante es el esfuerzo, la lucha, la constancia en el camino junto a Cristo! ¡Hay que subir siempre, dando cada día al menos un paso! Muchas veces regaremos el camino con sudor y lágrimas, pero jamás podremos mirar hacia atrás, jamás podremos desalentarnos aunque nos invada el cansancio. Nunca puedo olvidar que no voy solo, que Cristo camina a mi lado, que él me conforta y alienta, que también a él le costó subir.

La subida al monte en la Sagrada Escritura tiene connotaciones de gran importancia. El monte siempre ha sido signo de cercanía a Dios y de cercanía de Dios. Es en el monte donde se dan los grandes encuentros entre Dios y el hombre. Los tres personajes principales de la transfiguración: Moisés, Elías y Jesús tuvieron hechos relevantes y encuentros con Dios en el monte. Hagamos memoria:

- Moisés subió al Sinaí y su rostro resplandecía al contacto con Dios. Allí el Señor le entregó las tablas de la ley que sellaron la primera alianza. Dios se mostró grande con su pueblo en el Sinaí (Ex 31,18ss).

- Elías y el pueblo entero vieron sobre el monte Carmelo la gran manifestación del Señor como el Único Dios que envió portentosamente el fuego que consumió la víctima. Allí Elías hizo pasar a cuchillo a los sacerdotes de Baal significando que en el monte Carmelo se daba fin a la idolatría (1Re,18,20-40).

- En esta etapa final Dios nos habla por el Hijo y quiere sintetizar su doctrina haciéndonos caminar hacia el Tabor donde manifiesta su divinidad, su grandeza, su belleza, la victoria sobre la idolatría y sobre el dolor de la cruz. A la vez los hechos del Tabor muestran la gran humildad de Jesucristo que siendo Dios se humilló haciéndose semejante a los hombres y tomando la condición de siervo. Cristo en el Tabor aparece como la plenitud de las profecías y de las manifestaciones del poder de Dios que salva a su pueblo y muestra su amor y cercanía, ya no a través de las tablas de la ley ni haciendo bajar fuego sobre la víctima, sino levantando de la muerte a su propio Hijo.

Conclusión:
La vida es un don de Dios, una elección de Dios. La llamada al bautismo ha sido la gran elección que Dios me ha hecho. Por el bautismo me invita a conocer el rostro de Cristo, a caminar junto a Cristo, a vivir y luchar con la conciencia de que no estoy solo, de que el Señor me acompaña. En la vida debo esforzarme, pues sólo de los que se esfuerzan es el Reino de los cielos. He de ir por el camino estrecho del Evangelio, de la fidelidad a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia que me marca la ruta inequívoca para llegar a ver a Cristo. Cada mañana debo descubrir el amor de Cristo en mi vida e ilusionarme con la certeza de que Él me quiere junto Sí.

Oración:
Padre Bueno y Misericordioso, gracias por tu amor. Sé que Tú nunca me has fallado y nunca me vas a fallar. Quiero vivir en la fidelidad a ti y a tu Evangelio. Quiero buscar la santidad en el cumplimiento amoroso y delicado de tu voluntad. No quiero ser de la inmensa multitud que no se compromete con tu Hijo y con el Evangelio. Concédeme escuchar atentamente la invitación de Cristo a subir al monte, a superarme, a caminar a su lado. Gracias porque me vas manifestando la grandeza y belleza de tu Hijo Jesucristo.

Cuestionario:
1- ¿Busco con sinceridad estar con Cristo? ¿Escucho a Cristo cuando me invita a subir, a superarme, a vivir mejor las virtudes?
2- ¿Soy una persona que quiere superarse en su cristianismo, aunque sea difícil? ¿O más bien me gustaría un cristianismo sin cruz, sin esfuerzo, sin subidas, sin compromisos?
3- ¿Dejo que Cristo marque el ritmo de mi crecimiento espiritual? ¿Voy al paso de Dios? ¿O me he quedado atrás?
4- ¿Estoy dispuesto a prescindir de mi tiempo, comodidades, criterios mundanos, diversiones, etc. para conseguir el objetivo fundamental de mi vida que es poseer, amar y predicar a Cristo con autenticidad?

El CEFID agradece el material al P. Jesús Franco L.C.
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