I Rostro doliente I Rostro del resucitado I La estrella del tercer milenio I el que no vive para servir
no sirve para vivir
I I caminando junto a Cristo hacia el tambor I la contemplación del rostro de Cristo I
I el encuentro con Cristo, herencia del gran jubileo I si eres lo que debes ser, encenderás el mundo I
I con María al Padre I en el corazón del Padre I La transfiguración de nuestro Señor Jesucristo I

EL ENCUENTRO CON CRISTO, HERENCIA DEL GRAN JUBILEO

Acto Preparatorio:

Jesucristo, haz que crezca en mi una fe madura que me lleve a comprometerme y a poner todos los medios a mi alcance para que seas conocido y amado por muchas personas, para lograr la santidad en este nuevo milenio que tenemos la gracia de vivir.

Fruto que deseo lograr:

Ante un mundo que parece rechazar a Dios y todo lo que tiene relación con Él, quiero tener una real y constante experiencia de Cristo en mi vida, de modo que pueda alcanzar la verdadera felicidad y pueda cumplir el propósito de llevar a todos los que me rodean el mensaje de la salvación.

Petición:

Señor, hazme un seguidor tuyo para que la fe sea la característica definitiva de mi vida. Permite que todos mis pensamientos, acciones y decisiones rebosen verdadera fe sobrenatural. Permíteme creer con una fe viva y operante.

Lectura:
Reflexiona sobre el lugar que ocupa Cristo en tu vida.
"Cristo ayer y hoy
Principio y Fin
Alfa y Omega.
Suyo es el tiempo y la eternidad.
A Él la gloria y el poder
por todos los siglos de los siglos"
(Liturgia de la Vigilia Pascual).

1. El fin del Jubileo

El Santo Padre cerró la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, hecho que marca el cierre del Año Jubilar 2000 pero que también representa el tiempo de mirar hacia el futuro porque ahora se inicia no sólo un nuevo año sino un nuevo milenio.

El Gran Jubileo nos ha ofrecido una ocasión providencial para pedir perdón a Dios por las infidelidades llevadas a cabo en nuestra vida. Esto nos ayuda a tener ahora plena conciencia de nuestros límites y debilidades. No podemos dejar de vibrar de alegría porque el Señor ha hecho maravillas por nosotros, nos ha colmado de misericordia y tenemos la certeza de su amor.

En su homilía de la Eucaristía de la Epifanía del Señor, el 6 de enero del 2001, su Santidad Juan Pablo II ha dado pautas muy concretas de cómo vivir el cristianismo en este nuevo milenio. Estas pautas forman parte del programa que podrás reflexionar en su próxima carta apostólica «Novo Millennio Ineunte» que se puede resumir, como el mismo Juan Pablo II ha dicho, en una sola palabra, ¡Jesucristo!

Cristo, ayer, hoy y siempre es el himno con el cual el Jubileo ha querido alabar a Cristo, Señor de la historia, a los dos mil años de su nacimiento. Y aunque el Año Santo haya concluido quedan los dones espirituales que se han recibido y continúa aquel gran «año de gracia» que Cristo inauguró en la sinagoga de Nazaret (cf Lc 4,18-19) y que durará hasta el fin de los tiempos.

La Puerta Santa es un «símbolo» de Cristo y, aunque ahora esté cerrada, queda más que nunca abierto el corazón de Cristo. Él sigue diciendo a la humanidad necesitada de esperanza y de sentido: "Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso" (Mt 11,28). La gran herencia que nos deja el Jubileo es la experiencia viva y consoladora del «encuentro con Cristo» que puedes hacer realidad en tu vida. El que está en Cristo, es una nueva creación "pasó lo viejo, todo es nuevo" (2 Co 5, 17). Sólo en Cristo se ofrece al hombre la posibilidad de ser una criatura nueva.

2. El Encuentro con Cristo

Ahora que es tiempo de mirar hacia adelante; el relato de los Magos puede, en cierto sentido, indicarte un camino espiritual con el que puedes tener un encuentro real con Cristo.

Estos hombres buscaron la forma de encontrarse con el Mesías que había de nacer. No sólo estudiaron los escritos y las profecías sino que una vez que descubrieron la estrella que los iba a guiar se pusieron en marcha en busca de este encuentro con el rey de Israel. Un viaje difícil de llevar a cabo si consideras las circunstancias de la época..

Y cuando estos reyes se encuentran con Cristo se detienen y viven profundamente la alegría de la intimidad con Él. "Entraron en la casa, vieron al niño con María su Madre y, postrándose, lo adoraron" (Mt 2, 11); sus vidas habían sido entregadas ya para siempre a aquella Criatura por la cual habían afrontado las asperezas del viaje y las insidias del rey Herodes.

El cristianismo nace, y se regenera continuamente, a partir de esta contemplación de la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Y, no obstante, como sucedió a los Magos, esta inmersión en la contemplación del misterio de Cristo no impide caminar, antes bien obliga a reemprender un nuevo tramo de camino, en el cual nos convertimos en anunciadores y testigos. "Se retiraron a su país por otro camino"(Mt 2,12). Los Magos fueron en cierta manera los primeros misioneros. El encuentro con Cristo no los detuvo en Belén, sino que les impulsó nuevamente a recorrer los caminos del mundo, seguramente proclamando lo que habían visto y experimentado ante el Niño Jesús.

Es necesario volver a comenzar desde Cristo, y por tanto, desde la Trinidad. Reemprender el camino con renovado impulso tras el compromiso jubilar. Vuelves a las tareas ordinarias, pero esto no significa en modo alguno un descanso. Es necesario sacar de la experiencia jubilar las enseñanzas útiles para cumplir con el compromiso que el nuevo milenio exige.

Es necesario recomenzar desde Cristo con entusiasmo renovado. Recomenzar desde Él ante todo en el compromiso cotidiano por la santidad, poniéndote en actitud de oración y de escucha de su palabra. Recomenzar también desde Él para testimoniar el Amor mediante la práctica de una vida cristiana marcada por la comunión, por la caridad, por el testimonio en el mundo.

3. Los santos del nuevo milenio

Asistimos a un sombrío momento en nuestra historia caracterizado por un excesivo materialismo acompañado de un progresivo enfriamiento espiritual. A partir de los años setenta, marcados por la revolución sexual, seguida de la revolución de la droga; hemos llegado a la revolución de la muerte. Ya no se aprecia la vida humana y tampoco la vida de gracia. La sociedad moderna y postmoderna que optan por la cultura de la muerte se deshacen de los ancianos por medio de la eutanasia y de millones de niños no nacidos por medio del aborto y otras técnicas anticonceptivas.

La modernidad ha cambiado la mente y el corazón de los hombres y mujeres en las últimas generaciones. Ya no se tiene una fe sólida, una piedad sencilla y firme. Ya no se ama profundamente al Sagrado Corazón de Jesús ni a la Santísima Virgen María, por eso, hay tantas divisiones, tanta amargura, tanta soledad interior.

Y tú tienes la solución para rescatar a las nuevas generaciones de muchos de estos problemas. Tú puedes ser un santo de este milenio. ¿Pero hoy es posible ser santo?

Si sólo cuentas con tus fuerzas humanas, tal empresa es sin duda imposible. Tú mejor que nadie conoces tus defectos y tus fracasos; sabes cuántos peligros te amenazan y qué consecuencias tienen tus pecados. Tal vez has tenido la tentación del abandono y has llegado a pensar que no es posible cambiar nada en el mundo ni en ti mismo. Sin embargo, aunque el camino es duro, todo lo puedes en Cristo. No te dirijas a otro sino a Jesús. No busques en otro sitio lo que sólo Él puede darte, porque "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hc 4,12).

Con Cristo la santidad es posible. Cuenta con Él, cree en la fuerza invencible del Evangelio y pon la fe como fundamento de tu esperanza. Jesús camina contigo, puede renovar tu corazón e infundirte valor con la fuerza de su Espíritu. ¡No tengas miedo de ser uno de los santos del nuevo milenio!

Sé contemplativo y amante de la oración, coherente con tu fe y generoso en el servicio a los hermanos. Primeramente con tu testimonio de auténtica vida cristiana puedes acercar a muchas personas a Cristo. Invítalas a formar parte de una pequeña comunidad donde se busque conocer y vivir el mensaje del Evangelio. Un núcleo de vida cristiana que irradie la alegría y el mensaje de salvación a tantos hombres y mujeres que están solos, desorientados, confundidos o engañados por corrientes de pensamiento que los ahogan en su propio egoísmo y soberbia.

Para realizar este comprometido proyecto de vida, reflexiona el Evangelio, saca fuerza de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía y de la Penitencia.

El Señor te quiere apóstol intrépido de su Evangelio y constructor de la nueva humanidad. Lucha contra todo lo que degrada a la persona humana y a la familia. Si crees que Cristo ha revelado el amor del Padre hacia toda criatura debes contribuir en la construcción de un nuevo mundo, fundado sobre la fuerza del amor y del perdón, sobre la lucha contra la injusticia y toda miseria física, moral, espiritual, sobre la orientación de la política, de la economía, de la cultura y de la tecnología al servicio del hombre y de su desarrollo integral.

No tengas miedo. Parece que el demonio va a triunfar, es cierto que las fuerzas del mal son muy poderosas; pero cuentas con la promesa de Jesucristo de que nunca te va a dejar solo, y la promesa de la Santísima Virgen de Guadalupe en el Tepeyac: "¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?"

Oración:

Jesucristo, necesito plantearme ideales elevados y no contentarme con una religiosidad mediocre. Necesito redescubrir en la oración toda la profundidad que la experiencia de Cristo puede tener en mi vida. Permite Señor que tenga una experiencia de fe sólida que haga florecer la santidad en mi y en todos los que haz puesto en mi camino. Y que María Santísima me enseñe a discernir la voluntad del Padre en mi existencia. Que me obtenga la fuerza y la sabiduría para poder hablar a Dios y hablar de Dios; que su ejemplo me impulse a ser en el nuevo milenio un anunciador de esperanza, de amor y de paz.

Cuestionario:

1. ¿Qué actitud tengo en este nuevo año y milenio? ¿He reflexionado sobre este hecho?
2. ¿Qué lugar ocupa Cristo en mi vida? ¿Me he dado tiempo para contemplarlo en el pesebre o la Navidad pasó sin dejar nada en mi vida interior?
3. ¿Creo que puedo ser un santo del tercer milenio? ¿Cómo lo puedo lograr?
4. ¿Qué papel puede tener Cristo en mi camino por alcanzar la santidad? ¿Y María, mi madre?
5. ¿En qué necesito trabajar más este nuevo año, en la oración, en el apostolado, en mis relaciones familiares?

El CEFID agradece el material a Graciela G. de Madero.
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